Reseñas elaboradas por Valentí Puig, Josep Maria Castellà, Luis Castellví, Albert Guivernau, Juan Milián, Marc Tarrés y Ferran Toutain.
1. George Orwell. Vida, obra, tiempo (Yuri Felshtinsky)

Deusto, 496 pp. (2024).
Desde la clásica biografía de Bernard Crick no se había publicado un trabajo tan bien documentado sobre George Orwell. Gracias al acceso a nuevos archivos que enriquecen la narración, el historiador ruso Yuri Felshtinsky aporta una mirada poliédrica y apasionante de la vida y la obra del autor de Mil novecientos ochenta y cuatro.
A los españoles nos resultará de gran interés el paso de Orwell por nuestro país durante la Guerra Civil. Llegó a luchar contra el fascismo, pero pronto se encontró con una amenaza de parecidas dimensiones: el estalinismo. Así, su paso por el “manicomio” de la Barcelona republicana fue un punto de inflexión radical en su pensamiento.
Felshtinsky no solo reconstruye episodios, como este, con precisión, sino que se detiene también en otros aspectos menos conocidos de la recepción de Orwell. Especialmente reveladoras son las páginas dedicadas a cómo fueron acogidas (o censuradas) sus obras en el mundo comunista, así como la historia de la primera edición extranjera de Rebelión en la granja, publicada en ucraniano por exiliados soviéticos en la Alemania occidental.
El retrato que emerge es el de un Orwell complejo. Un socialista, sí, pero nada ortodoxo: antiautoritario, crítico con todos los dogmas, defensor de la libertad individual y preocupado más por las consecuencias prácticas de la política que por las grandes teorías. Leyó a Hayek y compartió muchas de sus advertencias sobre los peligros del intervencionismo. Admiraba a Chesterton, aunque él no fuera creyente, y reconocía el valor moral y cultural de las tradiciones populares. En este sentido, Felshtinsky lo presenta como un “socialista conservador”, un pensador ético, comprometido y profundamente lúcido, muy próximo al espíritu de Albert Camus. JM
2. El hombre del abrigo (Valentí Puig)

Athenaica, 240 pp. (2024).
En una tradición cultural como la catalana, que se interrumpe en el Renacimiento y no empieza a recuperarse, y aun de modo muy precario, hasta el siglo XIX, la obra de Josep Pla constituye una empresa colosal de construcción y consolidación de una prosa literaria que apenas se había cultivado con la naturalidad expresiva y la ambición estilística que exige el desarrollo del pensamiento y la narración. Por supuesto, la importancia de Pla va mucho más allá de esa aportación formal de primer orden; su obra es de una altura intelectual y moral comparable a la de los mejores escritores europeos, y esto es así porque su vasto conocimiento de la tradición literaria de Occidente y su afinado juicio la encajan en un espacio mucho más amplio del que hasta su aparición había ofrecido la literatura catalana. Valentí Puig, que no en vano se ha dicho que es su mejor heredero, se funde con Pla en El hombre del abrigo, porque este libro es a la vez un reconocimiento de la grandeza de Pla, sin duda el más sustancioso de cuantos se han escrito hasta la fecha, y un ensayo de pensamiento y crítica literaria tan personal de su autor como los otros muchos que ha dado a la imprenta.
Puig acompaña a Pla en su testimonio de las inconmensurables catástrofes del siglo XX, el del fascismo, el nazismo, el comunismo, el de las revoluciones y las dos grandes guerras: el siglo de la megamuerte. Le acompaña en sus reflexiones sobre la inutilidad asesina de esas utopías que han pretendido cambiar la naturaleza humana con un resultado de devastación, miseria y muerte de una magnitud sin precedentes, y también en sus meditaciones sobre la condición humana, y el valor de la literatura en cuanto a conocimiento de la realidad.
En El hombre del abrigo, libro que se reedita veintisiete años después de sus primeras ediciones en catalán y castellano enriquecido con un prólogo de su autor y un epílogo de Carlos Mármol, emerge con toda su envergadura el Pla periodista, corresponsal en las ciudades europeas durante los años terribles de ascensión de las ideologías totalitarias; el Pla dietarista y memorialista; el Pla liberal, conservador, escéptico ante todos los proyectos políticos que pretenden salvar al hombre de su sufrimiento añadiendo más sufrimiento a su existencia; el Pla narrador, novelista, valedor del sentido común, la literatura de la experiencia, el esfuerzo de hacerse entender sin renunciar al pensamiento profundo y al estilo con el que lo elabora, sereno y poético a un tiempo, tocado a veces por el lirismo que surge de la contemplación íntima del mundo. Reflejar en un ensayo de poco más de doscientas páginas toda la complejidad de una obra tan vasta, sin menoscabo de su trascendencia y poniéndola en relación con la de los grandes escritores europeos de la literatura de pensamiento, solo está al alcance de un escritor con una capacidad de comprensión tan elevada como la del mismo Pla. FT
3. Pedro Schwartz. Las cicatrices de la libertad (Una conversación con Thomas Baumert y Francisco Cabrillo)

Deusto, 344 pp. (2025).
La libertad no siempre deja gloria, pero sí deja huella. Y en el caso de Pedro Schwartz, muchas de esas huellas han sido cicatrices. El libro que ahora firman Thomas Baumert y Francisco Cabrillo —Las cicatrices de la libertad— no es una biografía al uso, sino un testamento liberal en forma de conversación. No se presenta como obra académica ni como panfleto político, sino como la crónica de una vida consagrada a defender, sin atajos ni concesiones, la libertad del individuo frente al poder del Estado.
Pedro Schwartz entendió desde joven que el pensamiento liberal no es una construcción abstracta, sino una vacuna civilizatoria. A lo largo del libro, repasa sus influencias (Popper, Robbins, Hayek, Berlin…), sus encuentros con figuras clave del siglo XX, y su paso por las instituciones, desde el Banco de España al Congreso. Pero lo más valioso no es el (extenso) currículum, sino la coherencia de una vida.
El título del libro no es retórico. Las cicatrices de Pedro Schwartz son reales: las de quien ha defendido el libre mercado cuando no estaba de moda; la tolerancia en tiempos de trincheras; el Estado de Derecho cuando arreciaban los populismos; el individuo cuando la tentación del colectivismo lo inundaba prácticamente todo. Esas heridas no se exhiben como medallas, pero tampoco se ocultan. Hay en Schwartz una mezcla de ironía británica y sobriedad centroeuropea que impide tanto la queja como la jactancia. Esa combinación le ha hecho incómodo: demasiado escéptico para los dogmáticos, demasiado liberal para los conservadores, demasiado riguroso para los políticos.
Este libro, que se lee como una conversación entre generaciones, permite además vislumbrar algo que rara vez se encuentra en nuestro país: una tradición intelectual liberal con vocación de permanencia. Porque si algo ha demostrado Schwartz a lo largo de su carrera es que no basta con tener razón; hay que saber explicarla. Y hacerlo con paciencia, con precisión y con elegancia. No para vencer al adversario, sino para convencer al escéptico.
En tiempos de revisionismo histórico y políticas de la emoción, Schwartz ofrece un recordatorio incómodo: que la democracia liberal no se mantiene sola, que los consensos fundacionales de la Transición eran frágiles, y que el Estado no es una encarnación moral, sino una herramienta que debe ser limitada. El autor denuncia con razón la pulsión iliberal del presente: la que utiliza el pasado como arma arrojadiza, la que convierte al adversario en enemigo, la que llama “derechos” a cualquier demanda y “democracia” a cualquier capricho plebiscitario. En ese sentido, su mirada crítica sobre el sanchismo actual y su instrumentalización de la historia no es una excepción en el libro, sino una advertencia con hondura filosófica: cuando la libertad deja de ser un principio y se convierte en un eslogan, las cicatrices vuelven a abrirse.
Las cicatrices de la libertad es también una invitación. A los jóvenes, para que se acerquen al liberalismo no como un sistema cerrado, sino como una tradición viva, profundamente humanista. A los mayores, para que no olviden que la moderación es revolucionaria cuando todo se radicaliza. Y al conjunto de la sociedad, para que entienda que no hay progreso sin responsabilidad, ni justicia sin ley, ni libertad sin límites al poder.
Este libro es también un acto de gratitud. Hacia un intelectual que ha sabido nadar contra corriente sin convertirse en un outsider. Y hacia una forma de entender el mundo que, sin estridencias, sin subsidios y sin aparatos, ha resistido precisamente porque no ha cedido.
Como dijo Lord Acton, “la libertad no es un medio para un fin político mayor. Es el fin político mayor”. En esa afirmación vive Pedro Schwartz. Y en este libro, su legado. AG
4. Historia del Liberalismo español. Liberales y conservadores del siglo XIX (Jorge Vilches)

Sekotia, 448 pp. (2024).
Jorge Vilches, profesor de Historia del Pensamiento en la Universidad Complutense y gran especialista en el s. XIX español, ha escrito una obra en la que vierte, de forma amena y para un público amplio, sus amplios conocimientos de las ideas políticas alumbradas a lo largo del siglo. Lo hace de la mano de los protagonistas más destacados de la época. Vilches divide el libro en dos grandes secciones, dedicadas respectivamente a autores liberal conservadores y a liberal progresistas. Entre los primeros destacan Jovellanos, Donoso, Balmes, Narváez, Castelar y Cánovas. Entre los segundos, Quintana, Argüelles, Espartero, Prim, Figueras y Sagasta. Quedan fuera otros que se situaron al margen de esa amplia corriente, la liberal, que fue la central del siglo, tanto por el lado tradicionalista como por el socialista. Los primeros enfatizaron el orden como garantía de la libertad y la continuidad de las instituciones, los segundos el progreso y las reformas políticas de la mano de la voluntad popular. En todos ellos hay una reflexión sobre la articulación institucional y constitucional para España (aunque tangencialmente aparecen las influencias externas recibidas), que se va concretando en los sucesivos periodos y regímenes políticos, desde la invasión napoleónica y las Cortes de Cádiz hasta la Restauración canovista. La posición de la Corona y las Cortes, las libertades preconizadas, con particular atención a la de imprenta, y la organización estatal ocupan un lugar destacado en las reflexiones y propuestas de los autores estudiados, los cuales contribuyen en mayor o menor medida, según el caso, a la creación y articulación del Estado liberal en España, no suficientemente estudiado ni valorado en la actualidad. Por último, en el libro se advierte como todos los autores tratados expresaron sus ideas más en los debates parlamentarios y los medios de opinión que en las universidades, con una pretensión clara de influir en la opinión pública. JMC
5. Post-Populisme (Thibaut Muzergues)
6. Revue des deux mondes (Thibaut Muzergues)


Editions de l’Observatoire, 255 pp. (2024)
La izquierda está en proceso menguante mientras que la derecha entra en fase post-populista, aún con casos de deslegitimación, como el partido republicano con Trump. El “impasse” actual proviene de una sobrecarga de los extremos y de una precariedad intelectual que impide, dada la intensidad de las crisis sucesivas, marcar rumbos a largo plazo. En “Post-populisme” Thibault Muzergues intentó hace unos meses escrutar el itinerario que va del centro-derecha de postguerra a la derecha populista y que quedó subrayado en las elecciones europeas. El caso de Giorgia Meloni es más sintomático. La izquierda creyó que Mussolini resucitaba pero se trata de algo muy distinto: es un post-populismo que se expande en Europa y en sus mejores momentos tiene contacto tangencial con el centro-derecha histórico.
Eso es una reubicación vital de las ideas libera- conservadoras. Después de las anemias de la política post-moderna, resulta que con Cánovas gana en magnitud y hondura. La fatiga democrática –la democracia morbosa de Ortega- da paso a algo con más energía, con el aval de las urnas. Para Muzergues, la crisis financiera de 2008 generó una inseguridad que, junto al debilitamiento de las clases media y la incertidumbre geopolítica, llevó a la década de populismo a derecha e izquierda, del “Tea Party” al “Brexit”. El globalismo y la inmigración tuvieron un calado no previsto por las élites políticas. Asalto a Capitolio, Putin ataca Ucrania, el Covid nos ensimisma. A la vez, Giorga Meloni va evolucionando hacia una lógica post-populista. Al otro lardo el río, véase el perfil post-Merkel de Friedrich Merz. Es posible que ese post-populismo sea transitorio, como una obra de pontonería estratégica y que se llegue a una revaluación conservadora. Con no más, sino menos populismo. Es decir: postpopulismo.
Si el ensayo de Thibault Muzergues aparece en 2024, en un reciente número de la “Revue des deux mondes” sobre los cambios en la derecha, él mismo actualiza su tesis sobre la evolución de Giorgia Meloni, sin contar todavía con el encuentro entre la primera ministra italiana y Donald Trump en Washington. Depende de hasta qué punto Trump sea el peor enemigo de si mismo. Para Muzergues se trata de ver en qué medida el post-populismo botado por Giorgia Meloni ocupa cotas clave en el euroatlantismo. VP
7. Pescador de perlas (Alain Finkielkraut)

Alianza Editorial, 192 pp. (2025).
Desde que en 1987 publicara La derrota del pensamiento, el ensayo en el que ponía de relieve que la sociedad occidental empezaba a caer por la pendiente del emocionalismo, el narcisismo y la renuncia a la cultura como cultivo del espíritu, Alain Finkielkraut no ha parado de dejar constancia de esa caída, cada vez más precipitada, que ha llegado a ser con el tiempo un movimiento político triunfante. En su último libro, Pescador de perlas, de inminente publicación en castellano, constata que ese movimiento ya ha extendido sus tentáculos por todos los centros de poder: domina la industria del entretenimiento, controla la educación, ocupa cátedras y dirige ministerios. Muchas de sus insensatas pretensiones parten de la crisis de autoridad que produjeron las revueltas de Mayo del 68 y de las ideas que en aquella época de contestación de los valores de la cultura occidental contaminaron la pedagogía, la sociología y la sexología. De ahí vienen sin duda la perversión de los programas educativos que combaten el mérito y el esfuerzo en favor del igualitarismo, y también la radicalización del feminismo y la negación de los fundamentos biológicos del sexo. Hay en todo ello un principio común: la realidad no es lo que se deduce de la razón y la ciencia, sino lo que cada uno decide que sea según sus deseos. Otros aspectos tienen un origen anterior: tras la terrible experiencia de los campos de exterminio, Europa arrastra la mala conciencia del nacionalismo y empieza a relativizar los valores de su propia cultura. Se llega así al multiculturalismo y a la admisión, en pie de igualdad con el derecho, de prácticas culturales incompatibles con la democracia liberal. El hombre blanco tiene la culpa de todo. Se comprende que, ante ese estado de cosas, muchos hayan dado su apoyo a los nuevos partidos de la derecha radical, pero a Finkielkraut esa opción autoritaria, zafia y antiintelectualista no le parece en absoluto deseable, y se pregunta si estamos condenados a perecer entre las tenazas de ambos extremos. Pescador de perlas no es solo un libro más sobre la locura política de nuestro tiempo; es sobre todo una reflexión a partir de citas de los autores a los que aprecia sobre el fin de la cortesía y el civismo como fundamentos de la la libertad y la convivencia, y del amor como moral de perfección. Una reflexión amarga sobre todo lo que estamos perdiendo. FT
8. Contra la Tercera España (Armando Zerolo)

Deusto, 224 pp. (2025).
En un panorama donde la apelación al consenso se ha convertido en un mantra repetido hasta la saciedad, Contra la tercera España. Una defensa de la polaridad (Deusto) de Armando Zerolo ofrece una reflexión valiente y necesaria sobre el papel del conflicto en la democracia. Con una argumentación sólida y bien construida, Zerolo desarma la idea de que la moderación y la equidistancia son valores en sí mismos y defiende que la polaridad –entendida no como simple crispación, sino como confrontación legítima de proyectos políticos– es el verdadero motor de una sociedad democrática.
El concepto de «tercera España», que pretende situarse entre las dos visiones históricamente enfrentadas, es aquí sometido a una revisión crítica. El autor muestra cómo esta pretendida neutralidad no es un punto de encuentro virtuoso, sino muchas veces una renuncia a participar en la pugna de ideas que define cualquier democracia viva. La política, nos recuerda, no es la gestión aséptica de lo público, sino el espacio donde chocan visiones del mundo, y donde la polaridad no es solo inevitable, sino fundamental para que los ciudadanos puedan elegir entre opciones claras.
Uno de los puntos más sugerentes del libro es su crítica a la despolitización del debate público, una tendencia que Alexis de Tocqueville ya advertía como una amenaza para las sociedades democráticas. Cuando se diluyen las diferencias ideológicas bajo la promesa de un supuesto consenso tecnocrático, el debate se empobrece y la democracia pierde parte de su sentido.
Armando Zerolo no cae en una defensa ingenua de la polarización. A lo largo del libro, deja claro que el conflicto político debe ser un medio para clarificar posiciones, no un fin en sí mismo que conduzca a la parálisis o a la confrontación vacía. En este punto, su análisis ofrece matices interesantes sobre los límites de la polarización y sobre la necesidad de que el antagonismo no derive en una mera crispación sin alternativa real.
Lo que hace que este libro destaque es su capacidad para incomodar sin caer en la provocación gratuita. Zerolo no plantea una simple demolición de la «tercera España», sino una invitación a pensar en los efectos que tiene la política cuando se vacía de conflicto y se disfraza de gestión neutral. Su defensa de la polaridad no es una apología de la división, sino una reivindicación de la política con mayúsculas, aquella que no teme el debate y que no busca refugio en una equidistancia inerte.
Contra la tercera España es una obra que interpela y desafía, pero que lo hace con el rigor y la profundidad que exige un debate de esta envergadura. Un libro que, lejos de buscar simplificaciones, aporta claves para entender por qué la democracia necesita el conflicto tanto como necesita las instituciones que lo canalicen. AG
9. Tierra baldía (Robert D. Kaplan)

RBA, 304 pp. (2025).
Con Tierra baldía, el prestigioso periodista y analista geopolítico Robert D. Kaplan vuelve a ofrecernos una obra tan lúcida como inquietante. Combinando el liberalismo clásico, el conservadurismo moderado y un profundo realismo político, Kaplan nos entrega su visión del mundo actual, un mundo convulso, imprevisible y, en muchos aspectos, al borde del abismo.
Este libro, fruto de una vida de viajes, lecturas y análisis, parte de una constatación alarmante: el siglo XXI se perfila como una época de creciente caos. Kaplan señala una serie de factores interrelacionados que explican esta deriva: la decadencia de los antiguos imperios, el impacto de la tecnología que “reduce la geografía”, el legado aún activo del comunismo y, sobre todo, un “declive shakespeariano” del liderazgo político.
Kaplan señala que vivimos en una especie de República de Weimar global: las grandes concentraciones urbanas, la hiperconectividad digital y una opinión pública extremadamente volátil generan un entorno propenso a la inestabilidad política. En este mundo sin centro y sin pausas, la anarquía no produce libertad, sino el riesgo constante de caer en la tiranía. Como él mismo sentencia: “Sin orden no hay libertad”.
Kaplan recurre a T.S. Eliot, Elías Canetti, José Ortega y Gasset y Aleksandr Solzhenitsyn para trazar los rasgos de un mundo dominado por la masa, donde el individuo pierde su responsabilidad moral y se diluye en el griterío de la multitud. Las turbas –digitales o físicas– son, para Kaplan, la gran amenaza del presente. En la derecha, proliferan teorías conspirativas; en la izquierda, la cultura de la cancelación impone un nuevo dogmatismo. En ambas orillas, la responsabilidad individual desaparece, paradójicamente, en una era obsesionada con el “yo” y las identidades.
Ante este panorama desolador, nuestro autor no oculta su pesimismo: el liberalismo está en peligro de extinción. El mayor logro de Occidente fue romper con el colectivismo tribal, otorgando al individuo su autonomía y, con ella, la libertad. Pero hoy ese legado corre serio riesgo de desaparecer, devorado por la polarización, el sentimentalismo político y el culto a la masa. JM
10. Pasando el rato en un país cálido (Jose Dalisay)

Libros del Asteroide, 224 pp. (2024).
Nacido en Filipinas en 1954, Jose “Butch” Dalisay es uno de los escritores más reconocidos del archipiélago. En 1991 publicó su primera novela, Pasando el rato en un país cálido, traducida al español por Marta Alcaraz. La novela se ha consolidado como un clásico contemporáneo sobre la vida bajo la ley marcial impuesta por Ferdinand Marcos, un régimen que Dalisay padeció en sus propias carnes. El autor ajusta cuentas consigo mismo, acaso acuciado por la culpa de no haber hecho todo lo posible por combatir la dictadura. La novela es también un testimonio generacional. Resulta especialmente irónico leerla a la luz de la trayectoria política reciente del país: exactamente cincuenta años después de que Ferdinand Marcos declarara la ley marcial, su hijo Bongbong Marcos (que defiende el legado del padre) fue elegido presidente de Filipinas. Por eso Pasando el rato en un país cálido sigue siendo una novela de triste actualidad. LC
11. Industrial Policy for the United States: Winning the Competition for Good Jobs and High-Value Industries (Marc Fasteau, Ian Fletcher)

Cambridge University Press, 836 pp. (2024).
Frente a una economía afectada por la pandemia, la creciente competencia estratégica con China y la urgente necesidad de renovar infraestructuras envejecidas, el presidente Joe Biden decidió recuperar una herramienta largamente marginada en la política estadounidense: la política industrial. No lo hizo únicamente como táctica económica, sino como una apuesta integral por la seguridad nacional, la creación de empleo y el reposicionamiento global de Estados Unidos como potencia productiva en el siglo XXI. Su administración lanzó un ambicioso paquete legislativo —centrado en infraestructura, transición energética y semiconductores— con el objetivo de reactivar capacidades estratégicas y reconstruir la columna vertebral industrial del país.
En este análisis exhaustivo y oportuno, Marc Fasteau e Ian Fletcher presentan una defensa matizada y rigurosa de la política industrial, explorando tanto su evolución histórica como sus aplicaciones contemporáneas, en especial bajo la actual administración. Con una mirada crítica pero ponderada, los autores examinan los fundamentos teóricos que justifican la intervención del Estado en sectores clave —como las externalidades, los bienes públicos o los riesgos de mercado— y cómo estos conceptos se traducen en objetivos concretos: empleo de calidad, competitividad global y soberanía tecnológica.
El libro aborda en profundidad tres iniciativas emblemáticas del gobierno de Biden: la Bipartisan Infrastructure Law, la Inflation Reduction Act (IRA) y la CHIPS Act (Ley de Creación de incentivos útiles para la producción de semiconductores). Si bien estas medidas han movilizado inversiones significativas y generados resultados positivos en términos de crecimiento, empleo e inversión empresarial, los autores mantienen una postura crítica respecto a su viabilidad a largo plazo. Señalan, por ejemplo, que el impulso a las energías renovables se enfrenta a serios desafíos técnicos y económicos, y que el objetivo de recuperar el liderazgo mundial en la industria de semiconductores podría ser ilusorio ante la presión competitiva de China y otros actores.
En última instancia, la obra plantea una paradoja inquietante: mientras los autores abogan por el regreso de una política industrial ambiciosa y estratégica, la administración estadounidense parece haber perdido gran parte de su capacidad institucional para implementarla con coherencia y eficacia. Fasteau y Fletcher no sólo ofrecen un diagnóstico penetrante sobre las limitaciones estructurales de la Administración americana, sino que también lanzan una invitación urgente a repensar las condiciones necesarias para que la política industrial trascienda el discurso político y se consolide como una estrategia nacional con impacto real y duradero. Se trata de un análisis especialmente relevante no sólo para Estados Unidos, sino también para la Unión Europea, España y Cataluña, donde se han desplegado numerosas iniciativas de transformación industrial financiadas con recursos públicos —como los fondos europeos del programa Next Generation EU— que enfrentan desafíos similares en cuanto a ejecución, coordinación y eficacia. CT
12. Neoliberalismo. Una idea en disputa (Álvaro Vergara)
13. El proyecto Chile. Historia de los Chicago Boys y el futuro del neoliberalismo (Sebastián Edwards)


IES, 228 pp. (2025).
Ed. Universidad Diego Portales, 373 pp. (2024)
El neoliberalismo y el Chile de Pinochet suelen aparecer como dos caras de la misma moneda, merecedoras de un rechazo simultáneo: las políticas económicas llevadas a cabo durante el régimen militar como el exponente más relevante de la aplicación del neoliberalismo que produjo una grave desigualdad económica y social en Chile. Los dos libros se enfrentan a esta idea simplista pero muy difundida desde dos perspectivas distintas, aunque complementarias: mientras Vergara profundiza en lo que significa el neoliberalismo como corriente político-económica, Edwards se centra en su aplicación al caso chileno. Su lectura combinada ayuda a formar un juicio clarificador y matizado de una política económica y de un periodo histórico y, sin que lo aborden directamente ambos autores, a apreciar las diferencias con otras experiencias actuales (como la libertaria de Milei en Argentina).
Vergara, investigador del prestigioso think tank chileno Instituto de Estudios de la Sociedad, resume la historia y las ideas básicas del neoliberalismo, dejando curiosamente de lado el caso chileno. De este modo, el autor no quiere desviarse de lo fundamental: analizar qué es el neoliberalismo y por qué se ha convertido su sola mención, sobre todo a partir de los noventa, en arma arrojadiza contra quiénes son adscritos a esta corriente y contra los Estados que han aplicado políticas neoliberales. Para ello pone el foco en su origen en el famoso coloquio Lippmann de París en 1938, que reunió a académicos y publicistas de las tres grandes escuelas liberales (austriaca, Chicago y Friburgo), continuado después por la Mont Pèlerin Society fundada por Hayek, con el objetivo de poner al día el liberalismo decimonónico, superado por las circunstancias y en un momento de grave amenaza a las instituciones liberales y a la misma libertad. También presta atención a la influencia de las críticas intelectuales recibidas desde la izquierda (Foucault, Harvey, Mouffe y Laclau). Para el autor, la primera experiencia neoliberal no fue el caso chileno sino el milagro alemán de la postguerra de la mano de los ordoliberales de Friburgo, con lo cual rompe el vínculo entre neoliberalismo y régimen autoritario.
En cambio, Edwards, chileno y profesor en la UCLA de California, recuerda cómo a partir de los años cincuenta del s. XX la Universidad Católica de Chile empezó a enviar a estudiantes de postgrado a formarse a la Universidad de Chicago. De vuelta a Chile, y tras unos años en el sector privado o en la academia, contribuyeron de forma decisiva a la política económica de la dictadura. El autor, un Chicago Boy sui generis, pues fue estudiante en Chicago pero crítico con Pinochet, distingue tres etapas en la influencia pública de estos economistas: la primera o neoliberalismo incipiente entre 1973 y 1982, la segunda o neoliberalismo pragmático hasta 1990 y la tercera o neoliberalismo inclusivo, ya en periodo democrático en los gobiernos de la Concertación (centro izquierda), los cuales corrigieron políticas pero mantuvieron en buena medida la dirección de la política económica seguida hasta entonces. Otra aportación de Edwards es la distinción entre el liderazgo público de Milton Friedman (explica la relevancia mundial de su visita a Chile en 1975) y la influencia sobre los Chicago Boys del profesor más pragmático Al Harberger. El autor pone el énfasis en que ninguno de los protagonistas del periodo (como tampoco los grandes mentores del neoliberalismo, según advierte Vergara) se reconoce bajo la etiqueta neoliberal, sino que -afirman- trataron de implementar la economía social de mercado y califican como subsidiario la forma de Estado que se plasmó en la Constitución de 1980. JMC
14. (Pos)Verdad y Democracia (Manuel Arias-Maldonado)

Página Indómita, 288 pp. (2024).
En esta obra, el autor examina la relación entre la verdad y la política en el contexto de las democracias liberales contemporáneas, abordando el fenómeno de la posverdad y su impacto en la conversación pública y la toma de decisiones colectivas.
Arias Maldonado cuestiona la idea de que la posverdad sea un fenómeno completamente nuevo, argumentando que la tendencia a distorsionar la verdad en política ha existido de diversas formas a lo largo de la historia. Sostiene que la posverdad es más una manifestación de nuestra actual situación cultural, influenciada por el «liberalismo tardío», que ha llevado ciertos principios liberales a extremos problemáticos. Además, destaca cómo las emociones y la identificación con grupos específicos pueden dificultar la apertura a diferentes perspectivas y una búsqueda de la verdad en el debate público.
El autor también reflexiona sobre las dificultades de identificar la verdad y el papel que juega en la toma de decisiones políticas. Señala que ni el recurso a expertos ni la supuesta ventaja epistémica de los sistemas democráticos garantizan decisiones acertadas, ya que el conocimiento por sí solo no determina la eficacia de las políticas adoptadas.
En resumen, «(Pos)verdad y democracia» ofrece una reflexión profunda y matizada sobre la compleja relación entre la verdad y la política en las democracias actuales, desafiando nociones preconcebidas y aportando claridad al debate sobre la posverdad. AG
15. Troubled (Rob Henderson)

Gallery Books, 336 pp. (2024).
El autor de estas memorias nunca conoció a su padre y, siendo aún muy pequeño, perdió el contacto con su madre. A los ocho años ya había pasado por nueve familias de acogida. De ahí su primera gran convicción: la inestabilidad es mucho más nociva que la pobreza. Tras una adolescencia turbulenta, Henderson se alistó en el ejército, donde por primera vez encontró el orden que tanto le había faltado. Años después obtuvo una beca para estudiar en Yale, una experiencia que le marcó por las frívolas inquietudes de algunos estudiantes, que lo llevaron a acuñar el término “creencias de lujo”. Se refiere a ideas radicales –como abolir la monogamia o la policía– que, adoptadas de boquilla por jóvenes privilegiados, acaban perjudicando sobre todo a las clases más desfavorecidas. Más tarde, gracias a una nueva beca, Henderson cursó un doctorado en Cambridge, donde escribió este libro durante la pandemia. LC
16. Mi Rusia (Mijaíl Shishkin)

Impedimenta, 256 pp. (2024).
Este ensayo del escritor y disidente Mijaíl Shishkin es una de las obras más clarividentes publicadas sobre Rusia en los últimos años. Tras un vertiginoso repaso a la Historia de un sistema autoritario que, bajo el zarismo, el comunismo o el putinismo, siempre ha estado en guerra con su propio pueblo que a duras penas logra configurar una sociedad civil. La ley rusa es la ley del poder, y la población ha acabado infectada por una dinámica tribal que desprecia la dignidad humana. La cultura de la responsabilidad individual no existe y, cuando se ha creado una elite con valores occidentales, esta ha sido masacrada o “invitada” a exiliarse. Así, la democracia difícilmente se consolidará y, tras Vladimir Putin, probablemente vendrá otro putin.
Las páginas más sugerentes del libro de Shishkin se refieren a cómo nos miramos los europeos y los rusos. En realidad, no nos vemos. La nuestra y la suya son miradas especulares. Rusia está en guerra contra Europa, creyendo que Europa está en guerra con ellos. Y Europa, hasta la invasión de Ucrania, ha creído ingenuamente que Rusia no se atrevería a regresar al imperialismo. Señales había. Sin embargo, el autor explica cómo el dinero sucio compró a no pocos “tontos útiles” y cómo, a través de la guerra híbrida, se ha subvencionado la división en las democracias occidentales. La ideología no importaba. La cuestión era financiar la discordia y, aquí, España aparece como un lamentable ejemplo.
Con todo, nuestro autor no pierde totalmente la esperanza. La primera democracia rusa, la de 1917, duró unos meses. La segunda, la de los años 90, unos pocos años. La próxima experiencia podría durar un algo más. La confianza está depositada en esos jóvenes que ya no ven la televisión y no tragan con la propaganda. Esa juventud urbana que no compra el falso nacionalismo y no admite más humillaciones. Ahora son una minoría, pero existen y, quién sabe, en cualquier momento una chispa podría hacer estallar un régimen que no es tan diferente al de la antigua URSS. JM
17. Diplomacia (Henry Kissinger)

Fondo de Cultura Económica, 919 pp. (2001).
Diplomacy fue publicado en 1994, a un lustro del fin de la Guerra Fría y a otro de los atentados del 11 de setiembre de 2001. Se trata, pues, de un libro que tres décadas después puede ser considerado como un clásico que merece ser releído en el momento actual de incertidumbres provocadas en los primeros meses de la nueva presidencia Trump. Son más de novecientas páginas contando las notas y su índice onomástico, muy bien escritas y de una amplia densidad en el análisis histórico de las relaciones internacionales de las que su autor, Henry Kissinger (1923-2023), fue, como es bien sabido, un actor de primer nivel. En su condición de consejero de seguridad nacional y luego como Secretario de Estado con Nixon, Kissinger conjugó su rigurosa formación académica y brillantez intelectual con planteamientos geoestratégicos para la definición de una siempre ambivalente política exterior estadounidense.
Dipomacia es un compendio que permite al lector atender a la acertada distinción que se hace entre, de un lado, los intelectuales que analizan las operaciones de los sistemas internacionales y, de otro, los estadistas que los construyen: “el analista -leemos- no corre riesgos; si sus conclusiones resultan erróneas, podrá escribir otro tratado. Al estadista sólo se le permite una conjetura; sus errores son irreparables”. A uno se le juzga por su poder intelectual, al otro será la historia quien le juzgará “según la sabiduría con que se haya enfrentado al cambio inevitable y, ante todo, por lo bien que haya conservado la paz”.
Europa, Rusia, China y, por supuesto, Estados Unidos constituyen los cuatro actores que se toman en cuenta en los treinta y un capítulos del libro. Su densidad y profundidad de análisis, desde una neta perspectiva europea, tiene claramente el objetivo servir como linterna a la potencia norteamericana. Las tensiones y complejidades de la democracia americana que basculan entre el aislacionismo y el intervencionismo activo en el escenario mundial se ven cruzadas por una doble perspectiva de la política internacional: la del equilibrio de poder atendiendo al interés nacional y la mesiánica de la difusión de los principios estadounidenses por el orbe. Kissinger se adscribe claramente en la primera, llamada escuela realista, de un modo “estratégico”, es decir pensando a largo plazo. Un ejemplo, no exento hoy de discusión, es el que se llevó a cabo con el famoso viaje de Nixon a la China de Mao y el inicio de la llegada de las empresas americanas, y luego europeas, al “país del Centro”. Como bien escribe quien también fuere Premio Nobel de la Paz (1973), el wilsonismo (la escuela opuesta a la de la realpolitik) tiene pocos discípulos en Asia: “No existe interés por la seguridad colectiva y nadie afirma que la cooperación deba basarse en unos valores internos compartidos”. La treintena de páginas que comprenden el capítulo final del libro (“Reconsideración del nuevo orden mundial”) merecen una atenta lectura y subrayan la importancia de esta obra de política en mayúsculas. Buen conocedor de China el diplomático de ascendencia bávara advierte que “la igualdad de condiciones y una orgullosa insistencia en no inclinarse ante prescripciones extranjeras no son para los dirigentes chinos una táctica, sino un imperativo moral”. El libro finaliza con lo que se define como “proverbio español” (en realidad los famosos versos de Antonio Machado): “Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar”. Eso es lo que tendrán que hacer los Estados Unidos en el camino hacia el “nuevo orden mundial”. MT
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