El Club Tocqueville, en colaboración con la editorial Debate, organizó el 8 de noviembre de 2019 la presentación del libro “El Pueblo soy yo”, de Enrique Krauze, en el auditorio del Palacete Abadal (Banco Mediolanum). El acto contó con la presencia del autor del libro, con el historiador Jordi Canal y con la politóloga Astrid Barrio.
Jordi Canal presentó al escritor mexicano Enrique Krauze, intelectual excepcional y director de la revista liberal Letras Libres. Asimismo, hizo un análisis de su obra más reciente, “El Pueblo soy yo”. A partir de las preguntas de Jordi Canal y Astrid Barrio, Krauze quiso compartir con la audiencia la génesis y los objetivos del libro.
Krauze empezó explicando que pocos siglos terminaron de manera más dichosa y engañosa que el siglo XX. No sólo había caído el muro de Berlín, sino que parecía también que ese estilo populista latinoamericano con tintes fascistas propio del siglo XX quedaba superado. Sin embargo, la Venezuela de Chávez se radicalizó a partir del año 2003 y Fidel Castro entendió que allí había un nuevo aliado. Por aquel entonces Krauze conoció a López Obrador y empezó a recelar de sus maneras populistas: “El pueblo nunca se equivoca”, le dijo el político mexicano, hoy convertido en Presidente de México. Krauze se dedicó entonces a estudiar al populismo y a los líderes populistas. Se trata de líderes carismáticos que se apropian de la verdad, que polarizan a sus sociedades, que reescriben la historia y que inventan enemigos externos e internos. Líderes que llegan al poder por vía democrática, pero subvierten las instituciones desde ellas. Cuando en el año 2006 López Obrador casi obtiene la Presidencia, Krauze decide irse a vivir un año a Venezuela para conocer el chavismo y anticiparse a lo que podría suceder en México. En los años 2016 y 2017 la desastrosa gestión y los escándalos de corrupción del PRI y del Presidente mexicano Peña Nieto ya presagiaban que López Obrador volvería a tener otra oportunidad. Ni el castrismo ni el chavismo desaparecían, así que Krauze decidió dedicarle un libro al fenómeno del populismo y a la pregunta de por qué América Latina es tierra fértil para el populismo o por qué la democracia liberal no consigue arraigar.
Astrid Barrio reflexionó sobre el papel de los partidos y su influencia en la gobernabilidad del sistema y, en particular, de la democracia liberal. Los partidos fuertes, afirmó, impiden el surgimiento de líderes populistas. Es cuando los partidos entran en declive que surge la deriva populista. ¿Deberíamos apreciar más a las instituciones que tan apresuradamente demonizamos? Krauze explicó cómo en el siglo XIX los ingleses, tras un período de cierto escepticismo, se dieron cuenta de que sin partidos políticos la democracia no pervive. Admitió que el PRI era como una corporación, una institución en la que había cierto debate interno. El Presidente de la República no era el dueño del partido. Aunque el sistema no era democrático permitía un maquiavélico equilibrio de poder. Pero este equilibrio ha terminado, señaló Krauze. López Obrador es el dueño de MORENA. Hoy, en México, en el sistema institucional el único poder es el del Presidente. No hay ninguna fuerza que lo modere. En el PRI, sin embargo, sí se limitaba la tentación populista. Los partidos políticos son instituciones, con sujeción a las normas y a los procedimientos. Debemos valorar las instituciones, los tribunales, los institutos independientes. Según Krauze, la élite mexicana es culpable de no haber valorado lo suficiente la institucionalidad y de haber desprestigiado la vida democrática. Sin el cuidado de las instituciones, las democracias son mortales y pueden acabar suicidándose, tal y como ocurrió en Venezuela. Se requiere esfuerzo y pedagogía para convencer de que escuchar de manera tolerante es la condición básica de la democracia: la cultura del debate, las normas y los procedimientos son lo que nos aleja del populismo. ¿Cómo hacerlo? Para Krauze la escuela más eficaz de la democracia es la dictadura. Ojalá no tener que pagar este coste tan alto, pero así aprendió España. Krauze recordó que la transición española tuvo un gran impacto en América Latina, donde había una falsa convicción de que lo hispánico estaba reñido con la democracia. Pero la transición demostró que el gen hispánico es compatible con las democracias y ayudó a socavar la legitimidad de las dictaduras latinoamericanas. Incluso el propio PRI se vio obligado a realizar reformas tras la transición española.
Preguntado por las políticas de la identidad, Krauze reflexionó en voz alta y confesó que para él, que procede de una familia judía que llegó a México antes del Holocausto, la identidad se traduce en amor hacia una cultura, una lengua y una historia. Sin embargo, cuando la identidad muta en ansia de poder, cuando se torna ideología acaba siendo una exaltación del nosotros a expensas de los otros, se acerca al supremacismo. Krauze nos advirtió sobre el fanatismo de la identidad, porque es el caldo de cultivo de la violencia (aunque sea sólo verbal) y de la discordia.
El acto concluyó con un turno de preguntas en el que Enrique Krauze alertó de la posibilidad de que la condición de Estado fallido se acabe adueñando de todo México y mostró su esperanza de que Chile, con casi 200 años ininterrumpidos de respeto a la institucionalidad, a pesar del paréntesis que supone la dictadura pinochetista, logre encauzar las protestas actuales.
Desde el Club Tocqueville queremos agradecerle a la editorial Debate, al Banco Mediolanum y a los ponentes la realización de este acto.
NÚRIA GONZÁLEZ CAMPAÑÁ es doctora en Derecho de la Unión Europea por la Universidad de Oxford. Miembro de la Junta del Club Tocqueville.
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