Diplomacia
Kissinger, Henry
mayo 4, 2025

Fondo de Cultura Económica, 919 pp. (2001).

Diplomacy fue publicado en 1994, a un lustro del fin de la Guerra Fría y a otro de los atentados del 11 de setiembre de 2001. Se trata, pues, de un libro que tres décadas después puede ser considerado como un clásico que merece ser releído en el momento actual de incertidumbres provocadas en los primeros meses de la nueva presidencia Trump. Son más de novecientas páginas contando las notas y su índice onomástico, muy bien escritas y de una amplia densidad en el análisis histórico de las relaciones internacionales de las que su autor, Henry Kissinger (1923-2023), fue, como es bien sabido, un actor de primer nivel. En su condición de consejero de seguridad nacional y luego como Secretario de Estado con Nixon, Kissinger conjugó su rigurosa formación académica y brillantez intelectual con planteamientos geoestratégicos para la definición de una siempre ambivalente política exterior estadounidense.

Dipomacia es un compendio que permite al lector atender a la acertada distinción que se hace entre, de un lado, los intelectuales que analizan las operaciones de los sistemas internacionales y, de otro, los estadistas que los construyen: “el analista -leemos- no corre riesgos; si sus conclusiones resultan erróneas, podrá escribir otro tratado. Al estadista sólo se le permite una conjetura; sus errores son irreparables”. A uno se le juzga por su poder intelectual, al otro será la historia quien le juzgará “según la sabiduría con que se haya enfrentado al cambio inevitable y, ante todo, por lo bien que haya conservado la paz”.

Europa, Rusia, China y, por supuesto, Estados Unidos constituyen los cuatro actores que se toman en cuenta en los treinta y un capítulos del libro. Su densidad y profundidad de análisis, desde una neta perspectiva europea, tiene claramente el objetivo servir como linterna a la potencia norteamericana. Las tensiones y complejidades de la democracia americana que basculan entre el aislacionismo y el intervencionismo activo en el escenario mundial se ven cruzadas por una doble perspectiva de la política internacional: la del equilibrio de poder atendiendo al interés nacional y la mesiánica de la difusión de los principios estadounidenses por el orbe. Kissinger se adscribe claramente en la primera, llamada escuela realista, de un modo “estratégico”, es decir pensando a largo plazo. Un ejemplo, no exento hoy de discusión, es el que se llevó a cabo con el famoso viaje de Nixon a la China de Mao y el inicio de la llegada de las empresas americanas, y luego europeas, al “país del Centro”. Como bien escribe quien también fuere Premio Nobel de la Paz (1973), el wilsonismo (la escuela opuesta a la de la realpolitik) tiene pocos discípulos en Asia: “No existe interés por la seguridad colectiva y nadie afirma que la cooperación deba basarse en unos valores internos compartidos”. La treintena de páginas que comprenden el capítulo final del libro (“Reconsideración del nuevo orden mundial”) merecen una atenta lectura y subrayan la importancia de esta obra de política en mayúsculas. Buen conocedor de China el diplomático de ascendencia bávara advierte que “la igualdad de condiciones y una orgullosa insistencia en no inclinarse ante prescripciones extranjeras no son para los dirigentes chinos una táctica, sino un imperativo moral”. El libro finaliza con lo que se define como “proverbio español” (en realidad los famosos versos de Antonio Machado): “Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar”. Eso es lo que tendrán que hacer los Estados Unidos en el camino hacia el “nuevo orden mundial”. 

Marc Tarrés

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