Ed. Península, 368 pp. (2020)
Ha sido justamente tachado como polémico. El último libro de Douglas Murray es una incisiva desconstrucción de las políticas de identidad, de los intereses de una izquierda que ha abandonado a la clase obrera y de sus consecuencias: una sociedad atomizada y altamente estresada. Centrado en el mundo anglosajón, el editor del Spectator dibuja un mundo dominado por la corrección política y las emociones. Y denuncia la aspiración de una parte de la sociedad a mostrarse como víctima para elevarse moralmente y exigir privilegios sin necesidad de argumentar.
Así, en el plano identitario, cada vez nacen más batallas, más sectoriales y feroces. Lo que antes era mayoritariamente aceptado de repente pasa a ser inaceptable y puede acabar con la carrera profesional de cualquier persona que no se haya adaptado rápidamente a la nueva corrección. Incluso una frase del pasado fuera de contexto puede ser su fin. Se pretende hacer una revolución cuando esta ya ha acabado, pero “toda exhibición de virtud requiere exagerar los problemas, lo que a su vez hace que los problemas crezcan más”. Aunque el ensayo de Murray pueda parecernos exagerado, deberíamos tomar buena nota de él, porque una parte de la izquierda española está importando las malas ideas que aquí se describen. Juan Milián
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