Ed. Austral, 291 pp. (2018) | Ed. Edicions 62 -labutxaca, 290 pp. (2020)
Joan Margarit Consarnau (Sanaüja, 1938) falleció en su casa de Sant Just Desvern el pasado mes de febrero. Autor conocido por su poesía, primero en castellano luego en catalán, aunque traducida por él mismo al castellano, mereció en 2019 el Premio Cervantes que, por causa de la pandemia, le fue entregado por el Rey Felipe VI el pasado mes de diciembre de 2020 en un acto privado celebrado en el Palacete Albeniz.
En 2018, el 23 de abril, tras cuatro años puso el punto final al libro que nos ocupa. Son sus memorias de infancia, adolescencia y primera juventud. Un texto austero, nada ampuloso que es también la memoria de una familia catalana, como tantas otras, con orígenes de lugares diferentes pero en todo caso rurales y, por tanto, alejada del mundo de la burguesía -que cuenta con abundantes retratos de ese mismo tiempo-. El empuje familiar “dispuesto a sacrificar el presente por un futuro mejor” es una constante; primero de los abuelos hacia su padre y madre y luego de estos hacia su primogénito. Los estudios de ambos, arquitectura él y magisterio ella, les permiten labrarse un porvenir tras una guerra cruel y fratricida en la que su familia ha quedado entre los perdedores y de la que dirá pasados ya ochenta años “sigue ejerciendo su fuerza sobre la vida política de este país, llámese España o Cataluña”.
Los constantes cambios de residencia que el niño Margarit vive con su familia lo llevan en su infancia de Rubí a Girona para establecerse, ya a las puertas de la adolescencia y durante unos años en la Barcelona del Turó Park, aún con Masías y campos, a la que volverá ya como estudiante universitario tras vivir también en Canarias. En todas y cada una de esas ubicaciones los paseos solitarios serán una constante que dejan su impronta en el autor y en su obra.
A modo de curiosidad podemos decir que en el libro reseñado aparecen de manera fugaz algunos personajes -incluso de manera sorpresiva- de esa Barcelona de los años 50. En definitiva, una lectura, sea en catalán o castellano (magnífica traducción de Josep Mª Rodríguez), muy recomendable para este Sant Jordi que desde el recuerdo del pasado puede servir para entender algo mejor nuestro presente. Marc Tarrés
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