Ed. Taurus, 272 pp. (2023)

Si la ejemplaridad es el hilo de oro de la obra ensayística de Javier Gomá no lo es menos que la poesía sea verdad. La ejemplaridad universal de los clásicos nos sobrepasa, por fortuna. La literatura no es acumulativa, en el sentido de que su verdad no tiene una progresión lineal: es absoluta en cada caso, como El Quijote o La Ilíada. Gomá también procede a la defensa de la vocación como algo grandiosamente anti-utilitario, que suma tanto como el elogio de la palabra o el reconocimiento implícito de la élite por contraste con la tentación igualitaria. Es crucial la persona jurídica del Estado como prodigio y sustituto salvífico de la revancha. Pero de ahí hemos pasado a la “excentricidad de las masas”, todos príncipes y a la vez satisfechos con la vulgaridad. Como aval en sentido contrario, Gomá recurre al estilismo “da grande”, sólidamente audaz.

En Universal concreto se da una síntesis de la tradición occidental hasta llegar a un “nosotros” democrático intempestivamente frágil, en un mundo más mimético -por rebajas- que ejemplar, más relativo que veraz. Gomá insiste en la originalidad de Hesíodo al nombrar el cosmos. Su prosa tan precisa, es a la vez exultante: “El artista consigue fabricar una copia de seguridad de su universal concreto mientras todavía está en el mundo y la deposita en las manos confiadas de la posteridad”. Tanto vale para Quevedo como para Proust. Desembocamos así en el pensamiento como novela de aprendizaje –“Bildunsgroman”- es decir, conciencia de la mortalidad. Gomá tantea el límite cuando dice que en filosofía no importa tanto la plausibilidad del método científico como el aplauso de la literatura. Valentí Puig